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Levante-19-12-2005
CRUZ SIERRA

Felicidades, conseller. No sé si usted se lo había propuesto, pero este invierno se ha ganado usted unas felices fiestas por lograr lo que ninguna campaña de publicidad, marketing o cualquier otra cosa haya conseguido anteriormente a la hora de potenciar la imagen exterior de la Comunidad Valenciana. Ya hablan de nosotros todos los periódicos, españoles y extranjeros. Usted sí que ha sabido poner a la Comunidad Valenciana y su litoral en el mapa. Sobre todo en el mapa europeo, especialmente en el de Bruselas, sede de la Comisión Europea, en el de Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo y puede que, tal vez, muy pronto, en el de Luxemburgo, sede del Tribunal Europeo de Justicia. Allí, como en el resto de la Unión Europea, ya se han enterado dónde estamos los valencianos, cómo nos las gastamos, cómo se las gasta nuestro Gobierno regional, nuestros ayuntamientos (rojos y azules), y cómo lo hacen nuestros empresarios promotores inmobiliarios.

El mérito es sólo suyo, señor Blasco, aunque debe compartirlo también con el presidente Camps, que asume su gestión como propia y va a ir a defenderla a Europa (ya está tardando el señor Pla, en anunciar que también quiere acudir). También deberá compartir gloria con el ex presidente Zaplana, que abriera el camino de la fama para Valencia, y con el PP de la Comunidad Valenciana que asume sus habilidades legislativas. No haga caso, pues, conseller, a su colega González Pons, que afirma que las críticas europeas hacia la legislación urbanística valenciana responden a una conspiración financiera internacional para perjudicar a Valencia. No lo permita. El mérito es sólo suyo, conseller, de su esfuerzo y convicciones. Además, tal y como usted emite insistentemente, cualquier error en su gestión urbanística o medioambiental sólo es achacable a la anterior etapa socialista, aquélla que finalizó en el año 95 y cuyos efectos aún persisten. Y si no, al Gobierno de Zapatero, que también nos odia.

Ni siquiera una década de gobierno del PP ha permitido borrar tan nocivos efectos. Cómo se le ocurriría a Gerardo Roger diseñar una ley urbanística tan, tan perversa, como la LRAU. Han pasado once años desde que los socialistas la aprobaran en las Cortes Valencianas. Su partido, el PP, la ha estado aplicando durante diez años y ahora viene la Unión Europea con que la suprimamos y hagamos una nueva. No haga caso, señor Blasco, que vienen a por nosotros. Ya lo dice usted con esa clarividencia de ideas que le caracteriza: «Si la LRAU socialista hubiese sido una buena ley, ni nosotros la hubiésemos cambiado [?] por la LUV ni la Unión Europea habría actuado de este modo».

Pues claro. Usted y su partido, el PP, han estado diez años aplicando la LRAU a rajatabla porque no tenían más remedio, que si no, de qué. Y que no vengan a decirnos nada ahora unos señores que encima proceden de un Parlamento, el europeo, presidido por Josep Borrell, un socialista y catalán, menuda combinación. ¡Qué sabrán ellos de costas, rascacielos en primera línea, empresas mixtas, megaurbanizaciones con campo de golf, pases, porxinos o PAIs…! Además, si entre todos nos quitaron el agua para que los valencianos no pudiéramos beber ni dar servicio a las urbanizaciones, que se enteren que no van a detener a nuestro conseller. Un tipo firme y con una política sostenida: Cuanto menos agua tengamos, más torres, urbanizaciones y campos de golf construiremos. Que lo sepan. No le detendrán. Con un par. ¡Qué energía, conseller! Y no nos importa que todavía no se haya construido ni una sola de las 65.000 VPO nuevas que usted prometió en 2003. No es ésa la cuestión.

¿Vienen con amenazas los europeos? Tranquilos todos, que aquí tenemos un maestro. Una verónica, cuatro muletazos… y estocada final, esa LUV que usted esculpe a martillazos y que los europeos, resentidos, tampoco acaban de aceptar porque dicen, ya ve, conseller, que tampoco ofrece garantías a los ciudadanos. ¿Garantías? ¿Qué garantías? Para eso están nuestros bancos y cajas de ahorro, los más sanos de Europa, con sus riesgos e hipotecas bien dotados y dispuestos a cargar con lo que venga si vienen mal dadas. Menudas espaldas tienen para esto de cargar con ladrillos, y más ahora, que suben los tipos.

Esperemos que también le hayan felicitado estos días, señor Blasco, los grandes promotores valencianos y el medio centenar foráneo que han acudido raudos al panal de rica miel inmobiliaria que ha puesto usted sobre la mesa. Su incuestionable habilidad ha permitido que antes de adecuar las leyes a las directivas europeas, presenten casi un centenar de PAI fuera de tiempo y a la antigua usanza, la del salvaje Oeste (el salvaje Levante, dicen por ahí los muy deslenguados). ¿No es así? Y todo gracias a esa perversa «ley socialista» que usted odia utilizar pero que la vida le conduce implacablemente a hacerlo una vez y otra. Muchos valencianos critican a los promotores por sus abusos urbanísticos y tienden a olvidar su papel en la excelente marcha de la economía valenciana.

Pues sí, deberían haber sido un poco más ordenados en sus desarrollos para que la gente no les coja manía, pero no se preocupen: nuestros hijos los recordarán en el futuro cuando paseen por las playas y observen su obra. Sí, porque aquí, quien quiera, se podrá comprar (dentro de dos o tres años, cuando los construyan, no empujen), un apartamento nuevo en el piso 25 de una torre en primera línea de playa de Cullera. Y los europeos no soportan estos chollos. Aliados con Zapatero y Moratinos, buscan aguarnos la fiesta. Intolerable. No lo permita usted, señor Blasco. Y tampoco haga caso a los sociatas valencianos, que le dieron la espalda hace unos años y ahora quieren que el PP haga lo mismo. Merry Christmas, Mr. Blasco.