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El còlera de 1885 a Museros (i II)

PACO ALCAINA

 

A l’article anterior veiérem com, en plena epidèmia de còlera allà per l’estiu de 1885 Museros no sols fou eliminat de la llista de vacunacions sinó que fins i tot fou incomunicat i abandonat a la seua sort. Més bé dissort.

De tota manera alguna cosa ens van concedir, ho llegim uns dies després en LA ÉPOCA 19-6-1885:

…En Torres Torres (pueblo de 700 habitantes), el sábado último, a las diez de la mañana, se presentó el primer caso sospechoso y a las once de la noche habían ocurrido nueve defunciones. El lunes a las dos de la tarde, se registraban 13 defunciones más, y el pueblo había quedado sin asistencia facultativa, toda vez que los dos médicos que visitaban se encontraban enfermos y uno de ellos había perdido ya a su señora. El alcalde, en vista del pánico que se apoderó del vecindario, de que se encontraba sin médicos, sin botica y sin sepultureros, que había emigrado algún concejal, y sobre todo que carecía de recursos para hacer frente a tan temible como inesperado ataque, vínose a exponer su situación al gobernador de la provincia, quien desde luego adoptó las disposiciones necesarias. De Valencia salieron el martes para Torres Torres varias hermanas de la Caridad para auxiliar los atacados de enfermedades sospechosas en dichos pueblo. Dichas hermanas prestan en la actualidad igual servicio en los pueblos de Buñol y Museros.

En fi, no és el mateix la vacuna que unes mongetes, però això ens va tocar. I gràcies. És veritat que algunes es deixaren la pell fent la seua tasca, ho llegim a LA REPÚBLICA (diari federal) del 21-6: "En Museros ha fallecido una hermana de la Caridad que estaba cuidando enfermos, y otra en el pueblo de Torres Torres.

La malaltia també era selectiva. Com és lògic se centrava en pobles i barris on la pobresa i les condicions sanitàries eren quasi infrahumanes. La situació de València capital, per exemple, era prou tranquil·litzadora, però si t’arrimaves als poblats marítims la situació era tan dantesca o més que al nostre poble. Ho llegim a aquesta carta al director de LA ÉPOCA del 23 de juny de 1885, en plena voràgine mortuòria a Museros:

“Cartas de Valencia.
(De nuestro corresponsal).
VALENCIA 20 de Junio de 1885.
Señor director de LA ÉPOCA.
Aprieta el enemigo; pero Valencia se mantiene firme, resistiendo con buen éxito. La epidemia se extiende por los pueblos de una manera poco tranquilizadora. La idea, admitida al principio, de que el cólera ha degenerado y tiene poca fuerza expansiva, va cediendo el lugar a la convicción de que es lo mismo que siempre, con las inexplicables anomalías de su marcha y su desarrollo. Sin saber por qué, se ceba en unas poblaciones y respeta otras; salta de unos puntos a otros, dejando lagunas; pasa de ligero o se detiene y paraliza [Nosaltres sí que sabem el perqué…]. Ya dije a V. que avanzaba ahora por la parte Norte de la provincia: en casi todos los pueblos que por este lado rodean Valencia, ha hecho y está haciendo grandes estragos. En Sagunto comienza con fuerza. Segorbe está en plena epidemia. Pero lo más terrible ha sido lo de Torres-Torres. Mientras tanto, Valencia conserva su aspecto normal. Un forastero que llegue a ella, no notaría ningún cambio en su fisionomía. Aunque han marchado ya muchas de las familias que suelen salir todos los veranos, anticipando dos meses la partida, esto influye poco en el movimiento general de la población. La gente está muy animada, o por lo menos lo aparenta. El observador empeñado en descubrir los síntomas de la epidemia, sólo acierta, a ver, rodando mucho por las calles, que a la puerta de algunas casas, muy pocas todavía, hay una pareja de municipales. Allí dentro hay un colérico, cuya asistencia vigila el Ayuntamiento, cuidando de aislarlo en lo posible, desinfectar la habitación, destruir las ropas infectadas, etc. Hasta ahora no hay focos, pues no puede llamarse foco a la repetición de tres o cuatro casos en una misma calle. En cuánto al número de casos, el parte oficial del Ayuntamiento, que publican los periódicos, no suele arrojar más que seis u ocho atacados, y tres o cuatro defunciones diarias, en el casco de la ciudad. Pero no todos creen en la exactitud de estas cifras. Los de la Gaceta, que ha comenzado a publicar los partes sanitarios, dan cifras más altas para Valencia. El alcalde, interpelado particularmente sobre esta diferencia, ha dicho que el parte que aquí se publica solo contiene los habitantes de Valencia invadidos, y el de la Gaceta incluye también los que vienen de los pueblos y enferman aquí. Esta explicación parece satisfactoria. Desde mi última carta ha sido invadido el Grao y el Cabañal, y ha habido algún caso en los buques del puerto. En el barrio del Cap de Fransa, donde viven los pescadores más pobres, ha habido que acordonar dos o tres calles, que estaban infestadas. Pero aquellos infelices se quejan de que se les prive de los medios de ganarse y no se les suministren recursos. Esto es una crueldad. También exhalan parecidas quejas algunos otros pueblos acordonados. Hay que fijar un sistema.”

I tant!. Hi havia una separació mental molt gran entre València y els pobles. València menjava de l’Horta i l’Horta no podia prescindir del seu client principal, València. A la capital vivien la burgesia agrària, cacics i senyorets, l’administració i els seus funcionaris, artesans i negociants. Gran part dels llauradors pagaven arrendament a aquesta primera gent i l’esglai de la I República i l’alçament cantonal de València encara estava viu a les ments de la cort capitalina. València, clar i ras, necessitava però temia l’horta. Els dels pobles, eren ciutadans de segona categoria i a banda tenien males puces. Aquestos, per dir-ho prompte, tampoc apreciaven al de la capital per les raons inverses. Tornant al tema d’aquest escrit, era fàcil i barat acordonar zones pobres i passar d’elles. Les fumigacions i la crema de roba era pura propaganda que encara enfuriria més a les persones afectades. A banda, si hi havien alguns recursos, la capital se n'enduria el mos del lleó per supostíssimament. Amb aquest panorama, ja en juliol, el doctor Ferran feu un viatge a Madrid per vore si finalment el govern central accedia a legalitzar i promocionar les inoculacions de la vacuna, encara que feia setmanes que les estadístiques demostraven que era efectiva. Llegim a LA ÉPOCA en la mateixa carta anterior i a rengló seguit:

“La cuestión Ferran continúa siendo la preocupación general. La comisión oficial nombrada por el Gobierno, marchó de pronto a Madrid, llamada, con insistencia por el ministro. Ahora se espera con afán su dictamen: dícese que ésta asegurará la inocuidad de las inoculaciones, mostrándose reservado sobre su virtud profiláctica, punto que requiere mayor estudio, en concepto de la comisión. La primera declaración debe bastar, para que se permitan las inoculaciones, hoy prohibidas, y como hay tanta gente que tiene fe en el procedimiento Ferran, son muchos los quejosos porque no se levanta cuanto antes aquella prohibición, cuyo sostenimiento atribuyen a terquedad caprichosa. El doctor Ferran, con sus auxiliares los doctores Jimeno y Candela, han marchado a Madrid para tratar este asunto con el Gobierno. Mientras tanto, continúan llegando a esta ciudad comisionados de dentro y fuera de España para estudiar tan interesante cuestión: ayer vinieron el célebre bacteriólogo Van Ermenger, comisionado por el Gobierno belga, y el doctor Gibier, que lo es del Gobierno francés. La estadística continúa favoreciendo al doctor Ferran: de unos 14.000 inoculados que hay ya en los pueblos invadidos, sólo han muerto dos, después de los cinco días necesarios, según el doctor, para que la inyección produzca su efecto ; y uno de ellos es una niña que estaba ya muy enfermiza, y ha muerto casi abandonada en el barrio de las Barracas de Alcira.—Telegrafían anoche a El Imparcial: «Tres hermanas de la Caridad han conseguido en el campo de batalla su único ascenso, el cielo. Otras tres que están atacadas no ofrecen peligro. Decrece el cólera y se presenta más benigno. Durante la pasada noche, las invasiones en el casco de la ciudad han sido pocas. El foco de la epidemia parece concentrado en el Hospital. Para combatirlo se apela a todos los medios imaginables. En el campo, donde hay muchos emigrantes de la ciudad, ha habido algunos casos. El gobernador ha destituido a los empleados ausentes.”

Per sort i sense vacuna, de manera natural, a Museros la epidèmia del còlera començà a perdre força en entrar juliol i la darrera mort que jo tinc registrada es produí el dia 8 d’aquest mes de 1885. La seqüència, seguint la premsa nacional, fou la següent:

 

El còlera a Museros va ocasionar, segons aquest recompte, 111 defuncions. Açò suposa una xifra per dalt del 10% de la població. El percentatge pujaria molt, com he dit, entre infants i vellets. Tanmateix el llibre “El cólera en España durante 1885″ de J. Gimeno Agius presenta uns resultats un poc diferents. Segons aquest llibre dels 275 pobles de la província de València 219 varen resultar contagiats. Museros, amb un 8′08% de la població morta per la malaltia, ocupa el número 12 per darrere d’Alfarp, el primer, amb un 12,75%, Torres Torres (11,81%) o Faura (9,51), més o menys al mateix nivell que Massalfassar (8,93%) i un poc per dalt de Massamagrell (6,93%). En total, als pobles de la província hi hagueren 30.000 defuncions per l'epidèmia.

Per finalitzar, i sense més notícies del retorn dels muserencs al poble ni de la fase final de la malaltia a Museros, us oferisc un parell d’articles contraposats en la opinió i que il·lustren un poc més la qüestió de l’actuació de l’administració en aquella època.

LA REPÚBLICA 7-6-1885
“PROCEDER INCALIFICABLE
No tiene nombre, ni excusa, ni asomo de pretexto fundado la guerra de mala ley que hacen el Gobierno y sus amigos a nuestro esclarecido compatriota el doctor Ferran. Desde el primer momento conoció todo el mundo que en las esferas oficiales, por razones de que prescindimos, predominaba un espíritu hostil hacia el método de vacunación anticolérica. Pero no presumió nadie, ni pudimos presumir nosotros que esta hostilidad se llevase tan lejos.”

En els següents paràgrafs desgrana les estadístiques mèdiques de la vacuna i els intents del govern per tergiversar-les i ignorar-les. Després prossegueix en to irònic:

“… ¿Qué pensar ante semejantes hechos?
Algo, i aun algos, se ocurre despues de examinar los datos aducidos por el dr. Ferran en su rectificación telegràfica. La inoculación salvó a Chiva de la epidemia. Los periódicos del gobierno repiten, pues hay alguno que ha dicho hasta tres veces, que Chiva se salvó por el acordonamiento.
Es preciso a toda costa mantener el sistema, y para ello hay que desvirtuar el procedimiento de médico tortosino. Benifayó ha visto  decrecer y morir la epidemia gracias a él; pero eso no importa. Chiva se acordonó, aunque no se acordonaria muy bien cuando se hizo paso a los inoculadores que iban de puntos infestados. Chiva se ha salvado por el acordonamiento. Sálvense los cordones y caiga Ferran, y caiga su sistema, y perezcan los pueblos si es necesario, pero que se salven los cordones y con los cordones el amor propio de un ministro, y con ellos la política conservadora. Eso es lo primero, lo más importante, lo demás nada.”

 
LA REPÚBLICA 11-7-1885
“ATROPELLOS SANITARIOS
Ni un solo acto de las autoridades conservadoras ha merecido nuestro aplauso en la cuestión colérica. Marcha el Gobierno de absurdo en absurdo, de abuso en abuso, de atropello en atropello, de escándalo en escándalo. Es imposible cometer más barbaridades, conculcar más las leyes, atentar más contra las personas y las cosas, perjudicar más los intereses materiales ni llevar mayor pánico al hogar, que las barbaridades, las conculcaciones y los atentados cometidos, los perjuicios causados y el pánico engendrado por las medidas adoptadas por los gobernantes para combatir el cólera, medidas cien veces peores que el cólera morbo asiático.

El año anterior y aun este se pusieron en práctica los acordonamientos, se aisló la nación primero, se cortó toda comunicación con las ciudades que se declararon epidemiadas después, se establecieron lazaretos, se sometió a los viajeros a cuarentenas, se impusieron millares de vejámenes a los vecinos y a los transeúntes, se entregó la administración y el servicio de los lazaretos a explotadores sin conciencia, se hicieron negocios asquerosos y se mató el comercio interior y exterior. Y todo esto de nada ha servido y los mismos actores de tanta iniquidad desecharon por inútil tan bárbaro sistema.

Ya no se acordona a los pueblos, ya no hay cuarentenas; pero se fumiga a los viajeros y se los expone a contraer enfermedades con el grosero sistema que se emplea. Y lo que más subleva e irrita a toda conciencia honrada es la serie de iniquidades que a diario presenciamos en Madrid, es el cúmulo de inauditos y salvajes atropellos que se cometen con el nombre de medidas sanitarias. Hemos protestado cuando se anunció que se pensaba conducir los coléricos a los hospitales establecidos por el Ayuntamiento: hemos protestado entonces, porque nos parecían inicuo secuestro; porque juzgamos inhumano privar al enfermo de los cariñosos e inteligentes cuidados de la familia para entregarlo a manos mercenarias y heladas como todo lo oficial; porque creíamos que sería ocasionado este procedimiento a incalificables abusos. Y nuestras desconfianzas se traducen en hechos. Las familias de los enfermos protestan a grito herido y se habla de algún desgraciado que ha perdido la vida: se habla con insistencia de una joven que ya en el periodo de la reacción, cuando se la consideraba salvada se la llevó al hospital, donde murió enseguida a consecuencia de habérsele cortado el sudor.

Estamos recogiendo datos, y si resultan exactos y bastantes denunciaremos el hecho, que de ser cierto no vacilamos en calificar de crimen cuya responsabilidad corresponde a las autoridades de Madrid.

No es menos salvaje el sistema ya en práctica de aislar las casas, donde ha habido un caso sospechoso, sin dejar entrar ni salir gente durante algunos días. Condenamos este procedimiento por las mismas razones que hemos combatido los acordonamientos de los pueblos: por ineficaces y por bárbaros.

¿Qué se proponen las autoridades con esos secuestros y esos aislamientos?. Dicen ellos que se proponen atacar los focos de la infección allí donde se presenten casos y evitar la propagación de la enfermedad. ¿Se consigue esto? De ninguna manera. Se consigue por este medio hacer más temible la intervención do la autoridad que el cólera mismo: si se manifiestan síntomas coléricas se huye de los médicos, a fin de evitar que den parte, y se entregan en manos de curanderos los enfermos o se los reduce a los remedios caseros. A todo se acude por absurdo que sea antes que caer en manos de los agentes oficiales. Las personas ricas pagan caro el silencio de los médicos si a ellos recurren y si se prestan. Y de este modo la estadística colérica resulta inexacta y no hay posibilidad de atacar esos focos. Sólo se descubren los casos que no se pueden ocultar. Ayer denunciaba el doctor Jimeno el hecho de haberse registrado en Valencia cierto día cien casos de cólera y haber doscientos y tantos cadáveres en el cementerio. A esto se llega por el camino de los absurdos.

Las autoridades deben atacar los focos de infección; pero no por la violencia. Deben ser celosas, celosísimas en todo lo que se refiera a higiene pública; pero en la privada deben limitarse a excitar a los particulares, a rogar, a aconsejar. Nunca a cometer vandálicos secuestros.

Nos parece una monstruosidad que los esbirros entren en el domicilio de un ciudadano, sin orden judicial, y le registren los papeles: creemos que el hogar debe estar al abrigo de las invasiones caprichosas de los agentes de la autoridad; estimamos que no es libre un pueblo que no tiene garantías que contengan la acción avasalladora de los poderes públicos; colocamos la libertad individual cien codos sobre los intereses colectivos, si entre estas dos cosas surgiere conflicto; hacemos todas estas afirmaciones como verdades ya fuera de discusión, como axiomas del derecho público, y ¿habíamos de asentir a los secuestros de hombres que no han cometido delito ninguno? ¿Habíamos de admitir que se equipare el enfermo al criminal? No; preferimos mil veces el cólera morbo a vernos bajo la tiranía sanitaria que sufrimos hoy.”

I finalment el Sr. Botella, governador de València, acabada la crisi sanitària decideix fer-se un panegíric per llavar la seua imatge de cara a l’estat.

LA ÉPOCA Carta de Valencia.“VALENCIA 16 Julio 1885.
La epidemia en esta provincia afortunadamente tiende al decrecimiento; y aun cuando es pronto para felicitarnos por este lisonjero resultado, debemos atribuirlo on gran parte a las acertadísimas medidas que nuestras primeras autoridades están adoptando, con un celo y actividad digno de encomio. A pesar de que no acostumbro frecuentar los centros oficiales, he tenido la curiosidad de adquirir algunos datos para conocer el verdadero estado de la calamidad que nos aflige, y en ellos he podido comprobar que asciende á 150 próximamente el número do pueblos epidemiados. La gran mayoría han necesitado auxilios de todas clases, recibiéndolos inmediatamente los que lo han pedido o ha tenido de ello conocimiento el gobernador Sr. Botella, constituyéndose en unos, adoptando las medidas oportunas para atajar le mal, y enviando a otros camas, botiquines, hermanas de la Caridad, enfermeros y algunos recursos pecuniarios, en la medida que le ha sido posible distribuir equitativamente entre los más necesitados, los pocos de que ha podido disponer. Ha contribuido eficazmente a prestar los auxilios, según tengo entendido, el celoso director del Hospital, Sr. Amorós.
 Los pueblos no olvidarán nunca la actividad desplegada por el gobernador al proporcionarles los consuelos y auxilios que necesitaban, venciendo con la energía propia do su carácter cuantas dificultades se oponían á poder realizar con la rapidez que reclamaban algunos pueblos en los que se apoderó el pánico más espantoso, desapareciendo en unos las autoridades y en otros hasta el personal más necesario para asistir á los numerosos enfermos que se hallaban bajo la acción de la epidemia, y tan oportunamente han sido enviados los auxilios y tan eficaces fueron las medidas adoptadas, que a los pocos días ha desaparecido la epidemia, y prueba evidente de ello es los pueblos de Torres Torres, Burjasot, Museros, Buñol, Macastre, Corberal de Acira, y otros muchos que hoy se hallan en muy buen estado viéndose libres de la terrible enfermedad.

En la capital le vemos frecuentemente tal vez en las horas que debiera dedicarlas al descanso visitando los hospitales de San Pablo, el Cabañal, y especialmente el Asilo do las Hermanitas de los Pobres, donde ha existido el mayor foco de la epidemia diezmando la comunidad de novicias, llevar el consuelo a los pobres enfermos con su palabra dulce y cariñosa. Anteayer, teniendo noticia de que dos dependientes del Ayuntamiento estaban atacados fue a visitarles por cierto que uno de ellos a las pocas horas dejo de existir, llevando el recuerdo al otro mundo de la agradable visita, como así se lo manifestó. Estos rasgos de abnegación y caridad mantienen indudablemente en esta provincia el espíritu que afortunadamente hasta la fecha no ha decaído, conservando la ciudad la animación propia de la estación, y no cabe dudar que ha contribuido esencialmente la actitud de las autoridades que, como el Sr. Botella se multiplican a todas partes atendiendo con solícito cuidado á los más insignificantes detalles.